No siempre me toca pasara el día de cumpleaños en mi casa. Pero de vez en cuando ocurre. Hace dos años que lo he vuelto a celebrar con mi familia más cercana y con buenos amigos. Nunca están todos los que son, pero sí son todos los que están.
Esta vorágine de idas y venidas, de unos y de otros, provoca que rara vez nos juntemos los miembros de mi familia y los miembros de mi círculo de amigos.
Todos andamos dispersos por el mundo.
Por nuestros mundos.
Pero en cualquier caso, me gusta juntarlos en mi casa y compartir un rato de compañía y cariño.
Darnos un baño de cariño.
Mis primas más queridas no pudieron venir porque una vive lejos y la otra estaba enferma.
Algunas de mis sobrinas tampoco pudieron acudir a mi llamada por razones varias.
Pero lejos, enfermas, ocupadas, preocupadas, igualmente sentí su cariño muy cerca.
Porque las quiero. Y me gusta quererlas.
Ayer volvimos a cantar algunas de mis amigas y yo. Viejas canciones que aprendimos cuando compartíamos los catorce años dentro de los que nos conocimos.
Ha pasado el tiempo, que siempre pasa.
Pero a pesar de que el tiempo pase, han cosas que permanecen.
"Todo pasa y todo queda...", que decía el poeta. Don Antonio, que siempre acaba saliendo.