Se cogen una por una. En las montañas del norte de Europa. Estas son noruegas, claro.
Se comen así, sin nada. O con azúcar y leche. O con azúcar y nata. O con azúcar y yogur.
O solo con azúcar.
Se hace mermelada para desayunar.
Tienen más vitamina C que ninguna otra fruta.
En Noruega es el postre típico de la Nochebuena.
Se guardan congeladas, claro.
Me gusta coger "multer" al atardecer, cuando han pasado el día al sol y se están recién maduras.
Siempre hay que dar un paseo entre abedules, pinos, caminar sobre los musgos y el brezo para encontrarlas.
A veces, escucho un rumor detrás. Me vuelvo. No hay nadie. Tal vez la huella de un animal.
Tal vez la sombra de un troll, convertido en un tronco seco de formas imposibles.
Tal vez la enigmática y peligrosa Huldra. Esa mujer con rabo de animal, de melena rubia y esplendorosa belleza que conduce a los hombres ingenuos al fondo del bosque, del que ya nadie puede salir. Nadie sospecha de ella, hasta que se le sigue. Entonces se ve su cola, que sale de su vestido.
En ese momento, ya no hay remedio.
Ya no hay vuelta atrás.