El sur tiene duende, ya se sabe.
A mí me gusta volver al sur.
Me gustan los mares de olivos con las sierras nevadas que se quieren asomar entre la niebla.
Me gusta este pequeño olivo entre pensamientos azules, con la catedral de Jaén al fondo. Yo tenía un bonsái olivo que me regalaron allí, pero a pesar de mis mimos, se acabó secando.
Todo se acaba secando. O pudriendo, que viene a ser lo mismo.
Me gustó descubrir ayer en Córdoba la que fuera casa natal del poeta barroco Luis de Góngora. Ahora es un hotel.
Todo cambia. Todo fluye. Nada permanece. Acaso sus versos.
Su tumba está en la mezquita-catedral de Córdoba, a pocos metros de la casa donde nació.
Nació en el sur. Murió en el sur.
Nacemos, vivimos, morimos. Ya se sabe. Ninguna novedad.
En Úbeda es una delicia pasear, especialmente sin tacones. Te rodean piedras llenas de historia por todas las partes. Me gusta pasear por Úbeda, ciertamente, con y sin tacones. Llueva o no.
Me gusta el patio del Parador Nacional de Úbeda. Creo que mi doña Ofelia nació ahí dentro hace trescientos años.
Yo diría que este es el instituto más hermoso que existe: era la antigua universidad de Baeza. Siempre fue centro del saber. Ahí dentro Antonio Machado fue profesor. Esta año se cumple el 95 aniversario de su llegada a esas paredes, a esos arcos.
Me gusta volver al instituto de Baeza donde Antonio Machado dio sus clases de francés, después de dejar Soria tras la muerte de Leonor. Ahí estoy junto a la que fuera su aula. Mi charla tuvo lugar en un salón contiguo. Pisar las piedras que pisó. Respiró el aire que respiró don Antonio... A mí, me sigue emocionando. Creo que he recorrido casi todos los lugares donde vivió Machado.
También el lugar donde nació.
También el lugar donde murió.
Nació en un sur.
Murió en otro sur.
Siempre estamos en algún sur.
Solo depende de nuestra posición de cada día.
De los trenes que cogemos.
De los que no cogemos.
Incluso de los que pasan sin parar.
A mí me gusta volver al sur.
Me gustan los mares de olivos con las sierras nevadas que se quieren asomar entre la niebla.
Me gusta este pequeño olivo entre pensamientos azules, con la catedral de Jaén al fondo. Yo tenía un bonsái olivo que me regalaron allí, pero a pesar de mis mimos, se acabó secando.
Todo se acaba secando. O pudriendo, que viene a ser lo mismo.
Me gustó descubrir ayer en Córdoba la que fuera casa natal del poeta barroco Luis de Góngora. Ahora es un hotel.
Todo cambia. Todo fluye. Nada permanece. Acaso sus versos.
Su tumba está en la mezquita-catedral de Córdoba, a pocos metros de la casa donde nació.
Nació en el sur. Murió en el sur.
Nacemos, vivimos, morimos. Ya se sabe. Ninguna novedad.
En Úbeda es una delicia pasear, especialmente sin tacones. Te rodean piedras llenas de historia por todas las partes. Me gusta pasear por Úbeda, ciertamente, con y sin tacones. Llueva o no.
Me gusta el patio del Parador Nacional de Úbeda. Creo que mi doña Ofelia nació ahí dentro hace trescientos años.
Yo diría que este es el instituto más hermoso que existe: era la antigua universidad de Baeza. Siempre fue centro del saber. Ahí dentro Antonio Machado fue profesor. Esta año se cumple el 95 aniversario de su llegada a esas paredes, a esos arcos.
Me gusta volver al instituto de Baeza donde Antonio Machado dio sus clases de francés, después de dejar Soria tras la muerte de Leonor. Ahí estoy junto a la que fuera su aula. Mi charla tuvo lugar en un salón contiguo. Pisar las piedras que pisó. Respiró el aire que respiró don Antonio... A mí, me sigue emocionando. Creo que he recorrido casi todos los lugares donde vivió Machado.
También el lugar donde nació.
También el lugar donde murió.
Nació en un sur.
Murió en otro sur.
Siempre estamos en algún sur.
Solo depende de nuestra posición de cada día.
De los trenes que cogemos.
De los que no cogemos.
Incluso de los que pasan sin parar.