En Ámsterdam hay mucho más que bicicletas y canales.
Es una de esas ciudades en las que una se quedaría a vivir.
Hay una sala de conciertos que está entre las 3 mejores en acústica del mundo.
En la entrada, esas fotos maravillosas de María Callas y Jessy Norman.
En el vestíbulo esa lámpara más maravillosa que la de Aladino. Con el cielo por encima y por delante.
Debajo, los que esperan, esperamos, a entrar.
Bajo las luces.
Y dentro, el auditorio. Poco antes de que el gran, grandísimo, Nikolaus Harnencourt dirigiera la orquesta titular de la sala. Nada menos que el Concertgebouw.
Y en ese momento, yo me siento una privilegiada por estar ahí, sentada, en una esquinita, inundada de música de la de verdad.