domingo, 4 de noviembre de 2018

EL CAJÓN, columna para HERALDO DE ARAGÓN



El mes pasado empezó mi andadura como columnista en HERALDO DE ARAGÓN. Será una vez al mes y he de decir que es algo que me hace especial ilusión, y que nunca imaginé que fuera a pasar, como tantas cosas que nos ocurren en la vida.
Les dejo ahí la primera columna, que salió el viernes 5 de octubre.


EL CAJÓN
Ana Alcolea

Dicen que lo que de verdad importa cabe en la palma de una mano. O en una brizna de pensamiento. O en un remolino de recuerdos. O en una taza de presentes. O en el cajón de una mesilla de noche. Mi mesilla no tiene cajones. Lo decidí así cuando cambién de casa. Los libros están a la vista y al alcance de mis manos, y las pastillas de dormir duermen en el vientre de un pato de madera.
Hay muchas cosas que me importan y que no caben ni en un armario. Ni siqueira en dos. Ni en tres, que son los que hay en la que fue mi casa familiar, la que intento vaciar durante varias horas cada día. No más de tres. La cuarta hora se me haría insoportable en el que fue mi hogar, la casa en la que más tiempo de mi vida he pasado. Generalmente voy por la mañana, cuando hay luz y puedo ver mis sombras, y las de aquellos a los que amé y ya no están. Ayer fui por la tarde, cuando la casa estaba casi oscura y no había sombras, ni siquiera las de las niñas que fui dentro de esas paredes. Fue entonces cuando por fin decidí abril los cajones. Tocaba la ropa sin apretarla demasiado para no reconocerla antes de introducirla en una bolsa. Para que el aramario no me hablara ni me hiciera caminar por la cuerda floja de mis recuerdos. Éramos el silencio oscuro y yo. Volví a mi casa de noche. No encendí la tele. No quería que me hablaran de tesis, másteres, empresas fingidas o conversaciones robadas. No cuando una vida enterar acababa de pasar por mi mano, en su tránsito entre un cajón y un contenedor.