lunes, 24 de febrero de 2014

SEVILLA

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Esta ciudad en la que nació don Antonio Machado.
En la que nació don Juan Tenorio.

Don Juan era un coleccionista de mujeres. A ninguna amó. Y cuando lo hizo, ya en el siglo XIX de la mano de Zorrilla, perdió su esencia.
Don Juan enamorado de doña Inés ya deja de ser un mito. Se convierte en un hombre.
Porque los hombres se enamoran.

Bueno..., algunos.
Don Juan era de los de "aquí te pillo, aquí te mato". Valga la palabra "mato" por "mato", que mataba y mucho, y por otra palabra que por respeto a los lectores más jóvenes voy a obviar, o sea, a no escribir. A don Juan le importaba un bledo, o sea, un rábano, o sea, nada, la señora, señorita, dama o damisela que tenía a su lado. Le importaba él, sin más. Su propia satisfacción, su propio ego. O al menos la necesidad de su propio ego.

Casanova era otra cosa. Pero de él hablaremos cuando estemos en Venecia. Ahora estoy en Sevilla, y toca don Juan Tenorio.
Es lo que hay.

 

sábado, 22 de febrero de 2014

DON ANTONIO

Pienso que hoy hace 75 años que murió Antonio Machado en un pequeño pueblo de la costa francesa, en Colliure. Un lugar precioso, tal vez no tan malo para morir. Aunque Machado nunca debería haberse muerto en aquel lugar, en aquel momento. Al otro lado de la frontera, como exiliado, como refugiado que huye de una patria que no lo quiere.
El cementerio donde está enterrado es muy hermoso. Pequeño, de tamaño humano.
 Cuando estuve, le llevé un puñado de tierra española que recogí en una botella. Le dejé la tierra junto a la lápida. No había sido la primera en hacerlo.
Cuando estuve allí, pensé que aquel era un buen sitio para reposar. Lejos del lugar del que tuvo que huir. Si hubieran traído aquí sus restos, habría acabado descuartizado porque en cada uno de sus lugares habrían querido guardar sus huesos. Mejor está don Antonio entero al otro lado de la frontera, en un cementerio junto al mar, en un lugar hermoso, donde nadie hace negocio por tener un poeta muerto.

 Él, el poeta, que fue un hombre bueno, como a él le gustaba definirse.
 Él, el hombre bueno, cuyas aficiones eran "leer y pasear".
En la foto, el rincón del Palacio de Dueñas, en Sevilla, en el que una placa recuerda que el poeta nació allí. 
 
 
 
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 Os dejo, además, unos versos suyos, de su libro SOLEDADES, GALERÍAS Y OTROS POEMAS. Uno de esos poemas que tantas veces expliqué a mis alumnos del viejo COU, y a mis alumnos de 4º de la ESO.

Que los disfrutéis y que recordéis al poeta, a don Antonio.

XLIII

"Era una mañana y abril sonreía.
Frente al horizonte dorado moría
la luna, muy blanca y opaca; tras ella,
cual tenue ligera quimera, corría
la nube que apenas enturbia una estrella.
...............................................
Como sonreía la rosa mañana
al sol del Oriente abría mi ventana;
y en mi triste alcoba penetró el Oriente
en canto de alondras, en risa de fuente
y en suave perfume de flora temprana.
Fue una clara tarde de melancolía.
Abril sonreía. Yo abrí las ventanas
de mi casa al viento... El viento traía
perfumes de rosas, doblar de campanas...
Doblar de campanas lejanas, llorosas,
suave de rosas aromado aliento...
...¿Dönde están los huertos floridos de rosas?
¿Qué dicen las dulces campanas al viento?
...................................................
Pregunté a la tarde de abril que moría:
¿Al fin la alegría se acerca a mi casa?
La tarde de abril sonrío: La alegría
pasó por tu puerta -y luego, sombría:
Pasó por tu puerta. Dos veces no pasa."
 
 
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Esta placa recuerda su estancia en el instituto de Baeza, donde se trasladó tras la muerte de su esposa Leonor, en Soria.
 
Siga descansando en paz, don Antonio.
Os dejo otros versos suyos, también de las GALERÍAS, para terminar:
 
LXVIII
 
"Llamó a mi corazón, un claro día,
con un perfume de jazmín, el viento.
-A cambio de este aroma,
todo el aroma de tus rosas quiero.
-No tengo rosas; flores
en mi jardín no hay ya; todas han muerto.
Me llevaré los llantos de las fuentes,
las hojas amarillas y los mustios pétalos.
Y el viento huyó... Mi corazón sangraba...
Alma, ¿qué has hecho de tu pobre huerto?"
 
 

viernes, 21 de febrero de 2014

EL SUR

El sur tiene duende, ya se sabe.
A mí me gusta volver al sur.

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Me gustan los mares de olivos con las sierras nevadas que se quieren asomar entre la niebla.


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Me gusta este pequeño olivo entre pensamientos azules, con la catedral de Jaén al fondo. Yo tenía un bonsái olivo que me regalaron allí, pero a pesar de mis mimos, se acabó secando.
Todo se acaba secando. O pudriendo, que viene a ser lo mismo.
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Me gustó descubrir ayer en Córdoba la que fuera casa natal del poeta barroco Luis de Góngora. Ahora es un hotel.
Todo cambia. Todo fluye. Nada permanece. Acaso sus versos.

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Su tumba está en la mezquita-catedral de Córdoba, a pocos metros de la casa donde nació.
 Nació en el sur. Murió en el sur.
Nacemos, vivimos, morimos. Ya se sabe. Ninguna novedad.

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En Úbeda es una delicia pasear, especialmente sin tacones. Te rodean piedras llenas de historia por todas las partes. Me gusta pasear por Úbeda, ciertamente, con y sin tacones. Llueva o no.

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Me gusta el patio del Parador Nacional de Úbeda. Creo que mi doña Ofelia nació ahí dentro hace trescientos años.

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Yo diría que este es el instituto más hermoso que existe: era la antigua universidad de Baeza. Siempre fue centro del saber. Ahí dentro Antonio Machado fue profesor. Esta año se cumple el 95 aniversario de su llegada a esas paredes, a esos arcos.


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Me gusta volver al instituto de Baeza donde Antonio Machado dio sus clases de francés, después de dejar Soria tras la muerte de Leonor. Ahí estoy junto a la que fuera su aula. Mi charla tuvo lugar en un salón contiguo. Pisar las piedras que pisó. Respiró el aire que respiró don Antonio... A mí, me sigue emocionando. Creo que he recorrido casi todos los lugares donde vivió Machado.

También el lugar donde nació.

También el lugar donde murió.

Nació en un sur.
Murió en otro sur.

Siempre estamos en algún sur.
Solo depende de nuestra posición de cada día.
De los trenes que cogemos.
De los que no cogemos.
Incluso de los que pasan sin parar.









 

viernes, 7 de febrero de 2014

AZULES DANZANTES

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Camino de Roquetes, junto a Tortosa, en el Delta del Ebro, provincia de Tarragona. El miércoles pasado.


Un arco iris, un arco de lluvia. Unas líneas de colores a lo lejos.
Siempre queda un cachito para el color.
Como dijo Gerardo Diego: "Aunque la lluvia baile, el sol bordará un día en tu bastidor".
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Escultura del poeta Gerardo Diego en Santander, la semana pasada.

Azules, grises, abajo, arriba.
Cielo, mar. Mar, cielo, como en aquella historia de piratas de Ángel Guimerá, y que tanto me gustó en la versión de Dagoll Dagom hace muchos años en el Teatro Principal de Zaragoza, en mi época estudiantil.



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Un rincón de Tarragona, con el mar de fondo, cercano el atardecer, el lunes pasado.