sábado, 25 de enero de 2014

LA TELEVISIÓN ESPAÑOLA Y LAS BOLSAS DE BASURA

La televisión española está llena de tanta basura que dan ganas de tirar el aparato al contenedor.

Pero claro, ni el contenedor municipal, ni el continente (entiéndase por "continente" el aparato de cuatro esquinas con pantalla de plasma y marco generalmente negro) tienen la culpa del contenido con el que nos martirizan, y toman el pelo (entiéndase por "pelo" nuestro dinero como contribuyentes) los dirigentes de la televisión, y los periodistas que se venden, porque hay que comer todos los días. Y llenar las tuberías del fruto de nuestras digestiones.

Se permiten cambiar uno de los programas tradicionales como "Informe Semanal" de horario. Y todo para emitir uno de esos concursos en que alguien quiere ser famoso y canta y baila para serlo. O para intentarlo. Como si por ser famoso, uno no fuera a engrosar la lista de los funerales del tanatorio.
O el coro de los ángeles.

Nos dan noticias, que nadie comenta, de las que nadie hace reportajes: forma sin contenido. Les encanta.

Nos anuncian a bombo y platillo que una cuadrilla de "famosos sin causa" van a aprender a bailar a costa de nuestros bolsillos, para entretener a un pueblo ávido de espectáculos, y harto de ver a hombres grises con corbata delante de un micrófono hablando todos los días de lo mismo.
Y a la vez estamos hartos de los hombres grises delante de un micrófono, y de los "famosos sin causa": ni unos ni otros tienen nada que decir, pero a unos y a otros les pagamos. A mí, lo que les paguen las cadenas privadas me la trae al pairo, la verdad; pero que sea la televisión pública (perdonen que no ponga mayúsculas, es que las letras mayúsculas hay que merecerlas) la que pague dinerales y les dé micrófonos a personas que no han hecho nada por merecerlo (como las letras mayúsculas), a mí, personalmente, me saca de quicio.
Porque es mi dinero, el de los contribuyentes, el de los parados, el de los médicos y profesores que no contratan, el de los jóvenes a los que les hemos pagado unos estudios y se tienen que marchar al Perú. O a Chile, o a Alemania. Por ejemplo.

Hoy nos anuncian a bombo y platillo que mañana van a emitir una ópera del Teatro Real a las 23 horas. O sea, a las 11 de la noche. O sea, que terminará a eso de las 2 de la madrugada.
¿Nos toman el pelo? ¿Nos dan cultura a una hora a la que casi nadie puede verla?
Alguien pensará eso de "se puede grabar".
¿Y?
Lo que pasa es que "dan" cultura porque tienen una cuota para culturizar al pueblo, pero lo hacen a una hora a la que hay que dormir.

Porque así, la cultura duerme, que es como mejor está: calladita y dormida, como los bebés.
Nos toman el pelo con nuestro propio dinero.
Son tan arrogantes que nos dan basura a la plebe y se creen que están por encima de ella.
Nos dan basura que engullimos y defecamos.
La disfrazan con trajes de época, o con lentejuelas, o con besos al aire de "famosos sin causa".

O sea, como cuando a las asas de la bolsa de la basura les hacemos un lazo.
Con lazo y todo, pero basura al fin y al cabo.
Y la cultura, a dormir. Bien calladita.
Que la cultura enseña.
Y aprender es peligroso.

Hace pensar.

Y no pongo foto porque el tema no se lo merece. Ni la televisión ni las bolsas de la basura.



 

sábado, 18 de enero de 2014

LECTORES, CONOCIDOS DESCONOCIDOS, DESCONOCIDOS CONOCIDOS



Semana de encuentros con lectores en la Comunidad de Madrid y en la provincia de Zaragoza.

Veo las caras de quienes han estado leyendo las palabras que yo escribí hace tiempo.

Los ojos que se han paseado por ellas, y que han creado en su imaginación, personal e intransferible, historias personales e intransferibles.

Cada vez que veo esas miradas, me convenzo más y más de que hacemos magia cuando creamos literatura.

Y que esa magia la hacemos, a medias, los escritores y los lectores.

Esos desconocidos conocidos.

O conocidos desconocidos.

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Cuando alguien te dice que, después de leer uno de tus libros, visitó Venecia y recorrió el camino de tus personajes.
Vivir Venecia a través de las palabras.
Caminar a través de las palabras.
En los libros.
En los puentes.

En los puentes que son los libros.
En los libros que son los puentes.

 

lunes, 6 de enero de 2014

MIS PROBLEMAS CON HOTMAIL

Por si acaso aún no os habéis enterado, mi cuenta de HOTMAIL ha desaparecido por decisión unilateral de MICROSOFT.

Fue el particular y personal regalo que MICROSOFT me hizo en Nochebuena.

Os recuerdo que el correo electrónico que SÍ me funciona y en el que podéis contactar conmigo es:  alestedelcanal@gmail.com
O en tweeter:  @carlotacasanova

Empiezo con mis actividades editoriales ya esta semana, y muchas personas con las que he de contactar y que tienen que contactar conmigo van a pensar que lo les contesto, o que no les escribo. Y todo gracias a MICROSOFT y a HOTMAIL.

Gracias a la máquina que escribe automáticamente y que no decide por sí misma, sólo faltaría, me he quedado aislada de una parte importante de mi mundo, de mi vida laboral, de mi vida personal... En fin, así en general.

Pues eso, lo dicho.

jueves, 2 de enero de 2014

FLORES QUE ROMPEN SILENCIOS

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Los poetas románticos paseaban por los cementerios. Y por las ruinas. Y disfrutaban de la contemplación de las tumbas abiertas.

Yo de esto último no disfrutaría, la verdad. Algún día os contaré una experiencia al respecto que aun hoy me pone los pelos de punta. Una historia que estoy contando en la novela que estoy escribiendo, y que fue un cuento un día. Y una carta al Ayuntamiento de Zaragoza antes de convertirse en cuento. Una carta que no obtuvo respuesta. Por eso la convertí en relato.
Un relato que un día conté, o mejor dicho leí, en una actividad nocturna en el IAAC Pablo Serrano.

Pero ese es otro asunto. Un asunto que un día os contaré.
Lo que sí me gusta más es pasear por algunos cementerios. No entre nichos, eso no. Pero sí entre tumbas de verdad, en las que, como su nombre indica, se entierra a los difuntos.

Esta foto es del cementerio Père Lachaise, de París. Ahí está, a mi lado, la tumba de Vincenzo Bellini, el gran compositor de ópera nacido en Palermo.
Me costó trabajo encontrarla. No muy lejos de la de Chopin. Discreta. Discretísima. Alguien le había dejado una postal escrita en inglés. Alguien de Corea que admiraba sus óperas. Tal vez alguna maravillosa y joven cantante que había peregrinado hasta París para visitar su tumba.

Yo le dejé una flor. Discreta. Discretísima. Y le puse su música. Un aria de I PURITANI, que llevaba grabada en mi chisme múltiple, o sea en el teléfono inteligente.

Así que durante un minuto escaso, sonó su música sobre su tumba.
Bellini rompió su propio silencio.
Esa fue la flor que le dejé. La que él mismo hizo florecer.
Y hace florecer.

http://www.youtube.com/watch?v=xwEsUNBX3ww
Aquí en versión de Carlos Álvarez.
http://www.youtube.com/watch?v=0oaJwewgOu4
Y aquí en la de Leo Nucci.